Monday, October 03, 2005

UBAR o IREM.

Es la ciudad más rica posible. Dice en el Corán que el rey Sheddad decidió un día construir un lugar que pudiera competir -y ganar- con el sueño del Paraíso. Llamó a sus fieles súbditos y les ordenó que encontraran la región más agradable y deshabitada de la Tierra. Las obras duraron más de trescientos años, incluyendo inexpugnables fortificaciones. A la ciudad se accedía por dos grandes puertas, secretamente forjadas. Las habitaciones de los palacios estaban recubiertas de oro y plata, con incrustaciones de piedras preciosas. Los preparativos para la mudanza duraron veinte años. Lentamente, la caravana se fue acercando a Uban... sólo a un día de marcha, casi a la vista de las puertas de la ciudad, un grito procedente de los cielos destruyó a la comunidad del rey Sheddad en su totalidad, quedando Ubar deshabitada para siempre. Plotomeo también describe esta ciudad que con el tiempo se ha esperado encontrarla. Antes de su inesperada muerte, el mismo Lawrence de Arabia (Thomas Edward) planeaba una expedición al desierto árabe para descubrir la ciudad perdida. A partir de 1981 un grupo de entusiastas la ha buscado sistemáticamente, a partir del cineasta californiano Nicholas Clapp, a quien se han ido uniendo un arqueólogo, Georges Hedges, un aristócrata británico, Sir Ranulph Fiennes, y el investigador Alan Jutzi, de la Biblioteca Huntington, especialista en arquitectura árabe. Por su parte, Fiennes, amigo personal del sultán de Omán, contribuyó con el imprescindible apoyo logístico y financiero de los omaníes, mientras Hedges -por una inspiración sorpresiva- al enterarse que la NASA estaba tomando imágenes desde el espacio para localizar yacimientos arqueológicos en Egipto, logró copias de las fotos que enviaba el satélite espacial Challenger y los estudió junto al profesor de la NASA Charles Elachí. En 1992, un sistema ultra sofisticado que estaban usando incluyendo radares computarizados, les hizo concluir que, finalmente, sabían el sitio exacto en que yacía la “Atlántida del desierto”, como se ha dado en llamar a Ubar. Sin embargo, en tres años de excavaciones sólo han emergido ruinas de lo que parece, efectivamente, un asentamiento importante, pero muy alejado del supuesto esplendor de la ciudad que provocó tanto la ira divina.
© Waldemar Verdugo Fuentes.