Monday, October 03, 2005

QUIVIRA.

Al iniciarse formalmente con la Conquista las grandes expediciones, en que el navegante se internaba en un vasto océano que amenazaba siempre con tragárselo, comenzó a buscar también fuerzas en esas leyendas del mundo antiguo que hablaban de que más allá de la furia de los mares encontrarían seres y tesoros incalculables. Es decir, a la llegada de los españoles, la antigua leyenda de un paraje fabuloso de riquezas llamado Quivira, inflamó de inmediato la búsqueda, entre otros, de Coronado que va a buscarla en Kansas, y luego a la Florida, siguiendo en su expedición a través del sudoeste de USA hasta Ciudad de México. Convencido de los embustes del ambicioso explorador Esteban, que decía haber visitado Quivira, Coronado envió rumbo al Norte una expedición encabezada por Fray Marcos, un misionero que había catequizado a los aztecas. Esteban, que marchaba a la vanguardia, fue muerto por los naturales, no sin haber enviado recado de haber visto un magnífico país llamado Cíbola, en el que existían siete ciudades de piedra, ricas en oro y turquesas. Ardiendo de entusiasmo, el mismo Coronado se hizo cargo de la empresa. Su ejército de 336 caballeros y aventureros dirigidos por Fray Marcos, iba ricamente pertrechado con las galas de la nobleza. Las esposas y los esclavos de los intrépidos se unieron a la expedición; Coronado mismo lucía armadura dorada y llevaba 23 cabalgaduras. Pero las modestas aldeas de Nuevo México fue todo cuanto encontró, antes de volver su interés hacia el Este en busca de otra quimera.
© Waldemar Verdugo Fuentes.