Monday, October 03, 2005

PARAISO DEL EDÉN.

Región circundada por ríos donde el hombre vivió por mandato de Dios en la creación del mundo, según la teogonía judeo-cristiana congregada tras un dios monoteista, asimilando a una serie de acciones como la ordenación del mundo, aparición por su obra y gracia del primer hombre desde el polvo de la tierra y su ubicación en el cosmos inicial en esta especie de jardín ideal. Siguiendo a algunos pensadores como San Agustín, el gran hundimiento diluviano que desbordó las aguas no pudo alcanzar el Paraíso del Edén, en que la cima toca la esfera lunar, es decir, se halla más allá de la influencia del cambio (identificado con el mundo sublunar), en el punto de comunicación de la tierra y el cielo. Dante Alighieri sitúa al Paraíso en la cima de la montaña del Purgatorio, identificando al sitio con la montaña polar de todas las tradiciones. La concepción geográfica del Paraíso sigue la concepción tolomeica del universo: está dividido en nueve cielos concéntricos que giran en torno a la Tierra; en el décimo cielo, el Empíreo, que los abarca a todos, los bienaventurados residen en una rosa mística y disfrutan, según sus méritos respectivos, de la visión de Dios. Los cielos corresponden a los diversos grados de la perfección espiritual. Se dice que el Paraíso está dividido por una cruz formada por cuatro ríos que delimitan su forma, semejante al corte vertical de una esfera que parece un huevo; encontrándose el corazón del sitio en el plano que le divide en sus dos mitades superior e inferior, es decir, en el límite del Cielo y la Tierra.
El mítico Paraíso prácticamente forma una parte destacada en casi todos los pueblos con tradiciones, lo que proporciona indicios de su fundación, porque tal uniformidad solo pudo ser motivada por una tradición original perdida en el tiempo que hemos conservado a retazos e influenciada por la historia y geografía propia a cada pueblo. Contemplando distintas descripciones, aparecen claramente grupos diferenciados en cuanto a la función y destino que poseía este misterioso, oculto, inaccesible o desaparecido lugar. Unas tradiciones afirman que otros seres de características sobrenaturales habrían creado al hombre situándolo en una región cuyos dones particulares le ofrecían la posibilidad de una vida inalterable y feliz. Otras tradiciones coinciden más radicalmente en su apariencia material, naturalmente pleno. También hay aquellas que en su búsqueda de respuesta al tránsito de la muerte generan la creencia en un proceso de valorización de las acciones personales, tras la cual se encuentra sentido a todo el universo y a nuestra situación en él, superando nuestra condición mortal involucrándonos en este jardín encantado de Edén, ese lugar privilegiado que tiene características únicas por su belleza y ausencia de cualquier situación crítica, en cuyo centro crece un árbol cuyos frutos son la Ciencia del Bien y el Mal. Este Paraíso excelso en que vivían el hombre y la mujer se perdió luego de la expulsión decretada por un proceso de negación y caída rota la prohibición impuesta, que relaciona el sitio con otras tradiciones que hablan de un mundo de sueño perdido y no recuperado.
Según la tradición judeo-cristiana, entonces, Dios decide resguardar poniendo en el huerto de Edén querubines (en "Génesis" III, 24): "y una espada encendida que se revolvía a todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida¨. La voz “paraíso”, como sitio maravilloso levantado como joya en la sopa primigenia, en su acepción relacionada con una tierra maravillosa en la que moraban gente privilegiada, se habría utilizado por vez primera para designar el reino perdido del extremo oriente, cuyo nombre en sánscrito era “paradesha”, “la comarca suprema”; de tal denominación derivó “paradiso” y “paraíso”, como lugar ideal al margen de nuestra realidad.
© Waldemar Verdugo Fuentes.