Monday, October 03, 2005

TUPIA.

Es una isla pequeña del Archipiélago de las Mardi, que lleva varios siglos deshabitada. Una leyenda del lugar se extendió por todas las otras islas vecinas: se dice que hace un millón de lunas, habitaba la isla una raza de gente muy pequeñita, de apenas unas pulgadas de altura. Sus cuerpos parecían cubiertos de una piel fina, suave como la seda, y en lugar de cabello poseían un muy fino césped de hojas lanceoladas. Los hombres lo usaban corto, pero las mujeres se lo dejaban crecer y lo regaban con agua de rocío, y además enseñaban a unos minúsculos pájaros-insectos de plumas escarlatas a que hicieran sus nidos en sus moños. Así podían ir de aquí para allá acompañadas de la dulce música del canto de los pájaros y del susurro de las hojas. En Inglaterra, hacia fines del siglo diecinueve, un temible ancianito utilizó el mismo sistema para decorar su barba, que en un momento dado albergó dos búhos, una gallina, cuatro alondras y un abadejo. Según la leyenda, las muchachas de Tupia no abrazaban a sus amantes, sino que los enredaban en sus cabellos vegetales. De muy jóvenes, los cabellos le florecían; esto se consideraba como una señal inequívoca de envejecimiento. Cuando el florecimiento llegaba a su apogeo, las jovencitas morían. Pero sobre sus tumbas, los cabellos de césped continuaban creciendo y floreciendo eternamente.
© Waldemar Verdugo Fuentes.