Monday, October 03, 2005

EL MICTLAN O INFRAMUNDO.

Dentro del pensamiento prehispánico, la tierra está estrechamente asociada a la vida y a la muerte; más aún, no hay vida sin muerte. En México, esta asociación de la fertilidad y muerte es porque en la corteza terrestre brotan las plantas, árboles y flores que nacen del manto que está directamente abajo, y que es precisamente el Mictlan o mundo de los muertos que también se identifica como el lugar de donde brota la vida vegetal. Para que la vida retoñe, el monstruo de la tierra llamado Tlaltecuhtli, al igual que otras deidades terrestres, toman la tarea de engullir a los muertos. Los aztecas conciben el cielo y el inframundo conformado por varios estratos o capas: trece para el cielo y nueve para el inframundo o Mictlan. En sus respectivos extremos se ubican, por una parte la zona suprema del cielo, y del otro lado, la ínfima del inframundo. Los dos estratos que se juntan en medio son: las nubes de lluvia y la corteza terrestre.
Converso con el escritor Juan Rulfo, que ha investigado y redactado gran parte del material histórico de los antiguos mexicanos desde su trabajo en el Instituto nacional Indigenista de ese país. El dice que "para llegar al Mictlan, según la tradición, los muertos debían pasar por los nueve lugares donde acechan diversos peligros. Sahagún cuando se refiere al Mictlan, nombrándolo Chiconamictlan dice que es "casa donde hemos de morar, casa de perpetuas tinieblas y oscuridad, donde no hay ventana ni luz alguna, donde está nuestro padre el dios del infierno y nuestra madre la diosa del infierno". De este párrafo del fraile franciscano podemos comentar algo: cuando refiriéndose a las deidades del inframundo dice que son "nuestro padre y nuestra madre", Sahagún le da significación de creación vital; esto es válido precisamente para los dioses prehispánicos Mictlantecuhtli y Mitlancíhuatl, que no obstante su carácter de dioses del mundo de los muertos, paradójicamente, son dioses de la tierra. De aquí que el mundo de los muertos se signifique a menudo con un solo cráneo, a veces todavía sin descarnar, como el que lleva Coyolxauhqui a la espalda, atado a la cintura con una serpiente de dos cabezas. También la diosa de las aguas, Chalchiuhtlicue (según el Códice Borgia, 11) luce nariguera formada por serpientes de dos cabezas, que sería representación de la fertilidad de la tierra. Otra asociación de Coyolxauhqui al Mictlan surge a través de Cihuacóatl: esta diosa tenía en el templo Mayor un oratorio que Sahagún llama tlillan-calmécac. Es el mismo sitio al que Durán se refiere sencillamente como tlillan, que describe como "una pieza oscurísima, sin tener saetera ni ventana, ni puerta grande sino muy chica, que los sacerdotes que servían a esta diosa no podían entrar allí sino a gatas." Vemos así que el tlillan es la construcción terrenal del mítico Mictlan o Inframundo, porque de acuerdo con el texto de Sahagún, también es el Mictlan "casa de perpetuas tinieblas y oscuridad, donde no hay ventana ni luz alguna."
"Mictlan era el paralelo mexica del infierno de Dante -continúa el maestro Rulfo-. Y corresponde, según otras relaciones, a uno de los cuatro estratos adonde iban a dar los que morían de enfermedad natural; aunque se conserva la idea de que llegar allí no resulta sencillo. Primero había que cruzar, ayudado por un perro, el río Apanoayan; después el muerto debía pasar entre dos montañas que chocan entre sí, una culebra que guarda el camino, el lugar del viento frío de navajas y un cerro lleno de pedernales, para atravesar, acto seguido, ocho picos nevados, hasta que se encontraba con un animal felino que le devoraba el corazón y luego caía en el agua negra en donde estaba la lagartija Xochitonal. Luego de atravesar el río Chiconahuapan estaba Mictlan. Hay una hipótesis del historiador religioso Chavero acerca del señor Mictlantecutli, según la cual el dios del Inframundo era una transformación del dios sol que durante el día se llamaba Tonatiuh, al atardecer Tzontemoc y, durante la noche, cuando iba a alumbrar a los muertos, era Mictlantecutli."
¿Por qué es necesario atravesar nueve pasos para llegar al Mictlan, el inframundo? Quien responde es el maestro Eduardo Matos Moctezuma, que ha dirigido durante décadas el proyecto arqueológico de rescate del Templo Mayor en el centro de Ciudad de México, quien nos dice:
"Voy a aventurar una hipótesis que creo que contiene elementos para sustentarla y es ésta: los nueve pasos que recorre el individuo que fallece de muerte natural, es el retorno o regreso al vientre materno (la tierra) del cual surgió la vida. Recordemos que, en oposición a los niveles celestes que son masculinos (de allí vienen el calor y la lluvia o semen divino), la tierra es una deidad femenina de cuyo interior nacen las plantas. Los mexicas o antiguos aztecas, al igual que otros pueblos, conocían que la menstruación se detenía por nueve ocasiones, señal de que estaba embarazada la mujer, lo que culminaba con el nacimiento del niño, pero antes, surgía una fuente de agua, un manantial del interior (líquido amniótico). El interior de la matriz era un lugar oscuro, sin ventanas, tal como se describe al Mictlan. No es de extrañar que al difunto se le coloque con las piernas encogidas, y se le entierre en lo que los especialistas llaman posición fetal así como se regaba el cuerpo con agua. Es la forma de regreso en la misma posición y ambiente en que se encontraba antes de nacer. Hay evidencias, por otro lado, del que las cuevas, o sea el interior de la tierra, son matrices que pueden parir individuos y pueblos. El hecho prehispánico de colocar algunos restos en ollas también se considera como un retorno a la cueva original, a la matriz."
La concepción de nueve lugares o inframundos y de otros tantos o más cielos antes de llegar al Mictlan, también la vemos en la cultura europea. En "La Divina Comedia" de Dante Alighieri, se narra que el viaje que emprende el poeta acompañado por Virgilio a los infiernos, al Purgatorio y a los cielos, tiene mucho en común con esta concepción prehispánica. Escrito alrededor del año 1.300 de nuestra era, el poema de Dante se inicia con el viaje que inicia junto a su acompañante a los nueve infiernos. Además del número mencionado hay otras relaciones: para llegar a entrar al Infierno es necasrio atravesar un río, el Aqueronte, al igual que en la versión del Códice 3738 hay que pasar por el Apanohuayan, "el pasadero del agua". La presencia del perro también es importante, si bien juegan papeles diferentes. En el caso del tercer infierno el cancerbero atormenta a los espíritus allí depositados, en tanto que entre los nahuas el perro sirve de ayuda para atravesar el río. También vemos como Dante nos habla para los infiernos segundo y tercero de huracanes y lluvia de granizo, en tanto que entre los nahuas tenemos el viento frío de navajas. En cuanto a los cielos, la similitud es significativa. El primer cielo en una y otra versión es la Luna. El segundo para Dante es el planeta Mercurio y para los nahuas el lugar de las estrellas. El tercero será Venus para el primero y el sol para los segundos, en tanto que el cuarto cielo es a la inversa. A partir del quinto cielo serán los planetas los que se transmuten como cielos en Dante, hasta el octavo que son las estrellas y el noveno que contiene a todos los cielos. A partir de allí será el lugar de los dioses hasta llegar al más alto nivel de contemplación divina. Para los nahuas, a partir del noveno será también el lugar de los dioses hasta llegar al treceavo donde está el principio supremo dual. Sin embargo hay una diferencia final y determinante por concepción religiosa: para Dante y el mundo de su época el Infierno es lugar de sufrimiento terrible y eterno, en tanto que el Mictlan se contempla como un sitio que no tiene carácter de eternidad en su estado, al contrario, al fondo de la tierra todo es cambio y la penalidad del alma es transitoria. Por esto la muerte en México es ciertamente dulce, y se la simboliza en esos caramelos con forma de calavera e innumerables confites con que se celebra la vida en Mictlan para el día de muertos.
© Waldemar Verdugo Fuentes.