Monday, October 03, 2005

ELDORADO, PAITITI o MANAOS.

Es una ciudad cerca del lago Parima, rodeada de montañas de oro, edificios y calles del mismo metal, así como ostentosas construcciones de oro blanco y piedras preciosas. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo ubica la primera mención de esta ciudad en 1534. Sin embargo, casi junto con la llegada de Cristóbal Colón en 1492, los españoles escucharon rumores sobre este reino, situado en algún lugar “de las inmensas y extrañas tierras que la providencia había deparado para el pueblo elegido de Castilla”.
El primero en lanzarse a la búsqueda de El Dorado es un hombre cruel: el alemán Ambroise Alfinger. Financió sus expediciones, entre 1529 y 1538, vendiendo indios marcados con fuego como esclavos en Santo Domingo. Al salir de Coro, capital entonces de Venezuela, sube por el río Magdalena masacrando a su paso a varias tribus indígenas. Finalmente, extraviado y con sus tropa dispersa, Alfinger debe abandonar su búsqueda después de varios intentos fallidos: durante su última incursión, durante un enfrentamiento con los indios, recibe en el cuello un flechazo envenenado y muere al poco tiempo. Esto no disuade a los demás conquistadores. Otro de ellos, Gonzalo Jiménez de Quezada, un abogado fascinado por la aventura, después de una larga y difícil búsqueda con sus hombres, durante la cual son acosados por los indios y consumidos por las fiebres tropicales, logra penetrar en la selva en enero de 1537 y conquista Bogotá: encuentra oro, diamantes y minas de esmeraldas, pero concluye que no es el soñado El Dorado.
El cronista Pedro Cieza de León, que narra incomparablemente los acontecimientos de la conquista de Perú, en la que era soldado, convence a Gonzalo de Pizarro, hermano de Francisco, a organizar un viaje a El Dorado. Dicho lugar se encontraba, según ellos, en las montañas situadas al oriente de Quito. Y parte Pizarro con su expedición a explorar El Dorado; ese mismo año de 1541, Hernán Pérez de Quezada consigue un permiso semejante en Bogotá para emprender igual exploración. Durante la búsqueda, Pizarro se encuentra acosado en medio de la selva amazónica, después de diez meses de vagar, y decide concederle permiso a uno de sus lugartenientes: Francisco de Orellana, para navegar el Amazonas; Orellana parte desde Guayaquil junto a Fray Gaspar de Carbajal, quien escribe una interesante relación del viaje, que los llevaría al Océano Atlántico y al virtual abandono de los hombres de Pizarro. Orellana desde entonces, afirmó haber ubicado la Isla de las Amazonas. Por su parte, el viaje emprendido por Quezada entró casi en el olvido, cuando regresan a Bogotá, más de un año después, los sobrevivientes dijeron no haber llegado pero sí estuvieran muy cerca; como prueba traían la información correcta de la geografía de la región de Mocoa y Pasto. Hay informe de otras expediciones fracasadas en búsqueda de El Dorado, en dirección del río Orinoco y las Guyanas (en 1559 y 1569), que, sin embargo, abren rutas nuevas.
Un aventurero paranoico que salió en búsqueda de El Dorado fue Lope de Aguirre, quien asesina, en un lapso de cinco meses, al organizador de la expedición: Fernando de Guzmán y a su colaborador inmediato Pedro de Urzúa, tomando el mando en un vertiginoso viaje a través de la selva. La odisea de este hombre ha quedado en la historia como Aguirre o La Ira de Dios.
Un explorador soberbio en búsqueda de la ciudad magnifica en plena selva fue Sir Walter Raleigh. Siempre estuvo poseído por la quimera de esta ciudad, que pensaba existía en algún lugar de la Guayana americana. Explorador de los territorios de Virginia y conquistador de tierras americanas, emprendió al Orinoco dos viajes en busca de El Dorado, en 1595 y 1617. En el relato del viaje que publicó hablaba de cosas tan sorprendentes y de riquezas tan enormes que incentivó el auge de la piratería en América. Cuando Antonio de Berrio, gobernador oficial de los territorios de El Dorado, fundó en la isla de Trinidad, la ciudad de San José de Oruña, y en los márgenes del Orinoco, Santo Tomé, lo normal era decir que la ciudad de Manaos, capital de El Dorado, estaba a orillas del lago Parima, cuyo fondo era un cerro resplandeciente de oro. La fábula fue muy popular en la España de la época, y muchos querían venir a buscar El Dorado, ¿acaso no fue el propio don Cristóbal el primero en vislumbrar la entrada al Jardín del Edén al explorar, durante su tercer viaje (1498-1502) la desembocadura del río Orinoco, creyéndolo el Ganges, uno de los cuatro ríos que nacen en el Paraíso Terrenal? En esa época más de dos mil personas se embarcaron hacia Trinidad y la Guayana. Sólo los guiaba la posibilidad de encontrar El Dorado. El fracaso fue total: el terrible clima, indios hostiles, las alimañas y la selva impenetrable han impedido descubrirla.
Los intentos por llegar a El Dorado han sido innumerables. Sólo anotaremos el último, que realizó un grupo de científicos liderados por el explorador y geógrafo Jacek Palkiewicz en octubre de 2001. En su primera excursión, de dos programadas, recorrió parte inexplorada del territorio peruano de la selva de Amazonas, intentando seguir el camino que siguieron para refugiarse los Incas con los tesoros de su imperio huyendo de los conquistadores españoles en 1532, cuando, de acuerdo a las crónicas, buscaron refugio en Paititi, como nombran en Perú a la mítica ciudad perdida. El objetivo del primer viaje ha sido comprobar por tierra y aire la exactitud de los datos obtenidos a partir de imágenes satelitales, informes de especialistas y testimonios de habitantes de la zona. En junio de 2002 se realiza una segunda expedición en la que participan más de cincuenta personas.
© Waldemar Verdugo Fuentes.