Monday, October 03, 2005

JARDÍN DE LAS HESPÉRIDES.

La tradición africana sitúa dicho jardín a unas quince leguas de Tánger, cerca de la antigua Lixus, donde, en la actualidad, se halla la ciudad de Tánger, que tiene un parque municipal llamado Jardín de las Hespérides. Cuando se viene desde Tánger el jardín se ubica separado de Lixus por un ensanchamiento del río Lucus que forma unas marismas reducidas hoy día. Se dice también que fue plantada la maravilla por tres reinas de tres tribus que residían en el extremo occidente: una negra, Hesperetura; una roja, Eritia, y una blanca, Egle. Son las Hespérides, “las que hicieron aquel jardín famoso donde crecen árboles cuyos frutos son de iniciación y, si bien no puede hacer el hombre similar a los dioses, por lo menos le permiten acercárseles”. Antes de Paracelso, ya se habla que el lugar custodiaba tres manzanas, “los 3 estados alquímicos de la materia negra, de las que han salido las dos piedras del blanco y del rojo”, algo que esta demostrado (y la explicación sobrepasa mis conocimientos), desde la primera receta afectiva para hacer oro, aunque, se sabe, el secreto que guardaba el jardín de las Hespérides no tenía allí ninguna aplicación, dado que era un mundo esencialmente vegetal, donde los metales no poseían valor alguno, aunque se pudiera, por las aleaciones verdes hacer cualquiera, hasta los más precisos de fórmula como el oro.
De aquí que generalmente el Jardín de las Hespérides contiene dos significaciones determinadas: la de “jardín cultivado por mano humana” y la de “lugar del saber” de acuerdo al rescate del lugar en el mito griego, el jardín está en el Monte Olimpo de la antigua Grecia. Su particularidad es que allí crece el árbol de las manzanas de oro. Que se sepa, el primero en salir en su búsqueda fue Herakles conocido entre nosotros como Hércules, por mandato de los dioses la personificación de la fuerza física y fundador de los Juegos Olimpicos. La antigua Grecia sentía veneración por las hazañas de Herakles y desde Tebas y Argos le veneraban; se decía que lo engendró el propio Zeus, con el propósito de encontrar un protector tanto para los seres humanos como para los inmortales. Es así como prueba de iniciación, se le encomiendan doce trabajos: uno de ellos es llegar al Jardín de las Hespérides, que eran hijas de Atlante y Herperis y custodiaban el árbol de las manzanas de oro que, dentro del Jardín, se encuentra el extremo occidental más allá del río Océano. Herakles acude a Nereo, el dios de las profecías como para que le indique la forma de cruzar al lugar; al llegar, debe enfrentar al guardián: el dragón Ladon, hijo de Equidna, de múltiples cabezas feroces, acabando con él. Recoge entonces uno de los dorados frutos y lo ofrenda a la sabia Atenea que, al final, lo restituye a su lugar de origen: el árbol de la ciencia. Se dice que hoy en día este hermoso sitio lo vigilan un hijo dragón de Ladon y dos mujeres hijas de Atlas, que las antiguas tradiciones griegas piensan tan fuertes como su padre, que podía levantar la tierra sobre sus espaldas.
© Waldemar Verdugo Fuentes.